Estar en el punto en el que todavía puedes decidir si avanzar o retroceder, y no saber si debes/quieres avanzar o retroceder, es una de las cosas más angustiantes y asquerosas que pueden pasarle a uno.
A partir de aquí, lo que suele suceder es que como no tienes capacidad de decisión (llámalo indecisión, confusión, tal vez incluso una ligera cobardía si quieres) te quedas como flotando en una nube de gas putrefacto que se va declinando poco a poco hacia el lado menos recomendable para tu salud, tanto física como mental. Y te quedas ahí, ni sentado ni de pie (en cuclillas que es mucho menos cómodo), fumando la pipa del temor. Sin compañía, por supuesto. Porque, entre otras cosas, no la quieres. Hay cosas que es mejor tragar en silencio para que no se vuelvan completamente contra ti. Cada cosa a su debido tiempo.
Y llega el momento en que la nube de gas putrefacto se disuelve de pronto, sin avisar, y te das la ostia padre contra el suelo. De morros o de espaldas, qué más da. Es cuestión de azar, como lanzar una moneda al aire.
3 comentarios:
Oye, pues muy bien, eh?
FABULOSO, FABULOSO!
Hartándome a rachar, vamos.
-anglydri- (y te juro que había leído 'angustia').
Totalmente de acuerdo, Anito!
Mc Darinas, ¿sabes que es dar en el clavo? Pues eso.
El caso es que cuando estás de pie, estás de pie, y cuando estás sentado, sentado. Pero cuando estás de cuclillas sólo piensas en estar de pie o en estar sentado. Y aquí estamos, de cuclillas, con el culo más cansado que ayer, y menos que mañana.
*.* me has llegado, como muchos otros domingos.
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