jueves, 12 de junio de 2008

¿Todavía?



- ¿Crees que sería una buena idea? – preguntó.

Sus ojos se helaron en los míos con expectación. Mi cabeza empezó a crear planes descabellados y locos. Evasión. Viajes en el tiempo, milésimas de segundo, carreras a toda velocidad.. Mareo.

- Creo que deberíamos intentarlo – prosiguió, haciéndome volver al mundo real, recordándome que estábamos sentados en la alfombrita, uno frente a otro – No creo que esos duendecillos brillantes que te aseguran un futuro mejor con sus consejos tengan razón. Al menos ésta vez.

En mi cabeza empieza a sonar Bloodflowers, de The Cure. Y ahí estaban los duendecillos, bailando. Es verdad que siempre intentan ayudarme. Suelen acertar en sus teorías, no puedo negarlo, y hasta ahora no había dudado en seguir sus consejos. Pero ésta vez me sentía insegura.

- No quiero renunciar a esto. – susurré, pensando que Bloodflowers habría hecho imposible que me oyeras. Idiota, siempre fundiendo ficción y realidad.

- ¿Entonces por qué dudas? – inclinó su cabeza hacia adelante, intimidándome con su aliento de primavera y obligándome a aguantar la respiración. Me quedé quieta y callada, mirándole con furia.

- No hagas eso, sabes que me desconcentra.

Se rió con esa risa pícara que solo él consigue, y que siempre consigue que le perdone. Su cabeza, cubierta de pelo negro, retrocedió unos centímetros. ¡Maldito chiflado! ¿Y qué es lo que pretenden esos duendes? ¿Por qué intentan arrebatarme lo que es mío? Cerré los ojos. A cada nota, Bloodflowers aumentaba su volumen. Llegó un momento en el que el pánico se hizo conmigo. Debió notarlo, porque enseguida sentí su mano, fría, en mi rodilla. Abrí los ojos y Bloodflowers paró. Entonces me hice bolita y apoyé mi cabeza en su pierna.

- Lo intentaré. – dije, con melancolía en la voz. Él tumbó su cabeza sobre la mía.

- Aún hueles a mandarinas..