Estoy encerrada en un saco de piel y huesos que no me permite oler más allá del pútrido e inconfundible hedor a órganos en descomposición que invade mi cuarto. Ellos me ven y creen que saben lo que me pasa, pero quién iba a adivinar que el asco ha surgido de tu perfecta manera de identificar todo lo feo con todo lo bueno, y todo lo bello con todo lo malo.
Me gustaría poder gritar un poco más alto para que las palomas salieran volando todas a la vez, como una manada de desorientadas hormigas cuando lanzas una piedra sobre la boca de su hormiguero.
Que yo no digo nada, solo espero que se me entienda cuando echo a correr detrás de una paloma, del mismo modo y en sentido contrario que cuando por las noches huyo de tu sombra incluso cuando no la veo en el vaso, entre los hielos.
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